"Los chicos de la Nickel" de Colson Whitehead. RESEÑA



CONTEXTO:

En la escuela Dozier (antiguo reformatorio de Florida) un grupo de arqueólogos descubrió un cementerio clandestino. Los restos óseos de niños y adolescentes presentaban signos de tortura y asesinato premeditado. Hoy en día, los estudiantes que sobrevivieron son ancianos y han brindado testimonios sobre su experiencia en la escuela Dozier. Con esos testimonios, Whitehead erige una ficción sugestiva, elocuente y bien lograda. Tomando como hilo conductor a un personaje afroamericano, el autor consigue adentrarse en el quid de una realidad violenta. Aunque ambientada en la américa de la segregación social de los sesenta, la novela tiene resonancias con el mundo actual, más aún cuando fue publicada poco antes del auge del movimiento Black Lives Matter, el asesinato de George Floyd y la revitalización del discurso racista desperdigado por los partidarios de Trump. Con "Los chicos de la Nickel" Whitehead obtuvo el premio Pulitzer por segunda vez.


RESEÑA:

La historia nos presenta a Elwood Curtis, un esmerado estudiante afroamericano aficionado a los discursos de Martin Luther King. Se trata, en muchos sentidos, de un personaje lleno de esperanza. Por ejemplo, cuando trabajaba en el restaurante de un hotel siempre soñaba con que un afroamericano cruzara las puertas como un cliente y no como un empleado del lugar. Trabajó luego en la tienda de un italiano y se las apañaba para asistir a algunas protestas en contra de la segregación social. Por su sentido crítico y su inteligencia, un profesor del colegio lo convenció de asistir a la universidad y Elwood consiguió una plaza. Sin embargo, una desafortunada confusión en una carretera lo convirtió en un joven delincuente. Es así como termina atrapado entre los muros de la Nickel, el reformatorio de Florida. Una institución que, tras la fachada de readaptación de jóvenes desviados de la norma, urdía una red de corrupción y violencia.

Así como los exteriores de la Nickel lucían armoniosos y acogedores, sus interiores tenían un aspecto descuidado y vetusto. En ese contraste, Elwood descubrió el primer aspecto siniestro del lugar. Primero fue el ruido de un ventilador enorme y después los comentarios nerviosos de los estudiantes afroamericanos que dormían a su lado. En la Nickel existía un lugar de castigos físicos conocido como ´la casa blanca´. El propio Elwood sufrió su castigo y solo tras sufrirlo los estudiantes lo reconocieron como uno más del grupo, compartían ahora el mismo dolor y el mismo secreto. Turner, un muchacho de carácter pragmático y desangelado, acogió a Elwood, lo hizo su amigo, le mostró algunos pormenores del funcionamiento corrupto y violento de la Nickel.

Como parte de las actividades laborales del lugar, Turner le consiguió a Elwood una plaza en el servicio comunitario. La actividad consistía en dos cosas: en reparar y pintar jardines y viviendas de los altos mandos del reformatorio, y en vender los alimentos de la Nickel a los negocios locales. Las míseras comidas de todos los días eran, en realidad, las sobras de aquello que los directores no vendían. Turner le enseñó a Elwood que ese trabajo era lo mejor que podía sucederle: recorría el pueblo, disfrutaba de aire fresco, y evitaba ser el foco de los inspectores abusivos. Elwood aprendió a callar, pero no a resignarse. Es ese carácter rebelde lo que marca el desenlace de la novela, el destino de los dos amigos.

 



BREVE COMENTARIO SOBRE LOS SIGNIFICADOS DEL CASTIGO:

Los chicos de la Nickel eran etiquetados como delincuentes comunes, personas sin padres o con familias violentas, huérfanos o humillados. No encajaban en ninguna parte, no hacían lo que su rol social demandaba de ellos. La Nickel, como institución superior, no estaba ahí para enmendarlos sino para castigarlos por su desvío o para desaparecerlos. Al no aportar en la reproducción de los estándares de la sociedad, ajenos a la protección de una red de familia, de un soporte de relaciones sociales, los chicos podían ser desechados. Nadie se preocupaba por ellos, nadie respondía por ellos, nadie se hacía responsable por ellos. Los representantes de la institución, los inspectores, podían suprimir por completo sus consideraciones morales, ejercían sobre esos cuerpos abusos y vejaciones, perpetraban asesinatos, y si alguien preguntaba, decían que sus víctimas se habían fugado del reformatorio.

Por otro lado, en el submundo de la crueldad, en el sistema del castigo, había diferencias y particularidades. Llamaban La casa blanca al lugar de castigos y azotes. Ese lugar dentro de la Nickel tenía otro nombre, otro apelativo: La fábrica de helados. Los estudiantes la llamaban así porque de ahí los jóvenes salían con moretones e hinchazones de todos los colores. Como una analogía con esos colores, la fábrica de helados no distinguía entre estudiantes. La Nickel estaba segregada entre ´blancos´ y ´ negros´, pero el castigo no. Un ´ blanco´ y un ´ negro´ podían recibir la misma paliza. Era, de algún modo, la democracia de los cuerpos castigados, prescindibles.  Existía otro espacio en la Nickel aún más siniestro que la fábrica de helados, un espacio entre dos árboles que tenían cadenas e incrustaciones de hierro. El que iba a parar a ese lugar no volvía con vida y era etiquetado como un fugado sin retorno. A este lugar iban a parar preferentemente estudiantes afrodescendientes. Así, en el límite del ejercicio de castigar hasta la muerte, sí existía un aspecto de segregación social. El protagonista, Elwood, consciente ya de todo el sistema de crueldad y corrupción de la Nickel decide denunciarlo, primero, y huir después. Descubrir si lo consigue es materia del desenlace de la novela y excede el interés de este comentario.

En esta novela Whitehead consigue acompasar el retrato de una realidad angustiante con una prosa ágil, envolvente y certera. Sus frases desbordan elocuencia y significados diversos. Domina la técnica y el sentido profundo de la prosa. Una lectura más que recomendable.

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