Breve definición de una palabra incendiaria







Fergorefiro no significa nada en ningún diccionario, no significa nada para ninguna persona. Es un vacío de significado, un artilugio inventado, un conjuro lanzado una noche de invierno crudo, de niebla densa y humedad con sabor a musgo.

Fergorefiro es una palabra salvadora y polivalente, apareció en mi boca para rescatarme de mí mismo, para salvarme del frio y calentar mis huesos congelados, mi alma al borde del abismo. 

Fergorefiro es una palabra que quiere nombrar en un solo significante el tiempo y el movimiento, la sombra de los lapiceros sobre las páginas vacías, la claridad de las noches sin luna ni estrellas ni destellos de satélites de SpaceX. Es una manera de incendiar el suelo infectado de gérmenes innombrables, de localizar las cenizas invisibles atrapadas entre los pliegues de mis polos gastados y monocromáticos. Es un llamado, un hechizo, un mantra secreto para invocar una llama escarlata, una llama que flota en las palmas de mis manos sudorosas que huelen a lejía y desinfectante Sapolio, que apestan a soledad absoluta, a planta moribunda naciendo entre el asfalto partido. 

Fergorefiro es el nombre de los brujos que hacen danzas del fuego al interior de mi cráneo.

Fergorefiro es una llama que alumbra el otro lado de mis ojos, esas cavernas vacías por donde vuelan murciélagos perdidos, abejas cansadas, mariposas psicodélicas. 

Fergorefiro es la luz que veo en mis pupilas cada vez que me miro al espejo. Es el brillo de una sonrisa interior, una sonrisa que abre surcos en la carne de mi paladar para sonreírle a los dientes picados, a la lengua mojada, a la campana que parece un molusco y anuncia el comienzo del agujero que conduce a mi alma, a mi pequeño templo que no se parece en nada a una iglesia, ni a una mezquita, que parece más bien una choza calamitosa con olor a libro antiguo, a naftalina excesiva, a café derramado sobre una colcha de tigre. 

Fergorefiro es una manera de reconfortar a mi cuerpo maltratado, de casi 30 años de ir dando tumbos incendiando canallas con la mirada, despotricando contra las criaturas peludas que habitan en los hombros de las gentes susurrándole blasfemias, llevándolos al abismo, a la gran locura colectiva llamada vida moderna. 

Fergorefiro es la palabra que pronuncio para concentrar en mis manos todo el calor de mi cuerpo, toda mi energía metafísica y convertirla en llamas azules, rojas, transparentes, con olor a lavanda, a árbol renacido. 

Fergorefiro vive en mis dedos ansiosos, en un rincón de mi habitación destruida, de mis neuronas entretejidas por una araña de mi jardín infantil. 

Fergorefiro es la luz que se enciende cuando cierro los ojos. 

Fergorefiro es, en suma, el nombre del fuego que me hace escribir.

Bienvenidos, ardan conmigo.



Steve Spazuk


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